martes, 1 de septiembre de 2015

Los Pels - Gospels (2015)


Quiero proponer un juego con este. Darle play a la primera canción y ver qué resulta. 

En mi caso, los primeros acordes de guitarra de 11:11, el track que da inicio a Gospels, sugieren una danza inesperada y un tránsito ineludible a la hipnosis. Varias líneas me sacuden de un lado a otro sin previo aviso y una calma inusitada marca el paso entre arrebatos vocales: “He puesto el tiempo en el congelador / he parido un padre y un hermano me alcanzó” ese inagotable debate con el tiempo es el motor de esta canción, una reflexión necesaria que nos deja con otra frase contundente antes de pasar a un puente hipnótico y coreable: “Cambiaré mi sangre / sangraré al cantar / mientras tenga vida todo me puede pasar”. 

Después dejamos correr el reproductor, darle a la segunda, la tercera, quizás a la cuarta. 

En este caso, la segunda canción del disco ya la conocía y resulta cada vez más placentero unirse a los coros, casi góspel de Dormiría. (“Nos gana la ansiedad”, “el disco debe salir ya”) Esta canción nos conoció también hace casi un año y desde entonces es una compañera astuta de viajes internos: “Hundirse y bucear / en mis raíces, cicatrices / mi paisaje interior”. Entonces, el paso del disco se va volviendo inevitable. Gospels es ya una escucha que acompaña y en momentos un grito que te despierta. 

Los Pels es el acrónimo de Primero Están Los Segundos, quizá una premonición para este, su segundo disco en forma luego de Ugo editado en 2009 y del EP con el que se dieron a conocer por estos lares Nancy y Julio de 2012. Pecaríamos de excesivos al comparar o enaltecer una de sus placas cuando nos consideramos amantes noveles de estos argentinos, pero por lo que respecta a esta placa muchas son las bondades que descubrimos y varios los puntos altos para un grupo que prometía explorar nuevos caminos con este disco. 

Podemos ir juzgando, saboreando, saltar de un tema a otro o repasar el que se nos pegó a la cabeza. 

Gospels reluce por su acercamiento al rock psicodélico en la onda de bandas como Tame Impala, a momentos más cercanos al flujo del indie argentino que a la corriente principal del mercado musical. Aires a Cereati, Charly García y a Spinetta descubrimos entre guitarras y teclados; aires de nostalgia, de escape, siempre fluyendo entre temáticas universales, el amor y el tiempo. Así las cosas, el apego paulatino por varias de las canciones que lo componen se va haciendo inevitable. 

Descubrir las favoritas. 

Agustín Zucal lidera las voces en Los Pels, y no he encontrado una mejor palabra para describir su tono sino el de la desesperación. No de esa que asfixia al oyente, sino de la que es capaz de elevarlo desde un estado de reposo. Basta descubrirlo en grandes momentos como Vida Cabeza y Limón Negro, dos canciones con estructura similar, con puentes que se convierten en coro en los que Zucal libera sus poderes. “Tratando de encontrar esas cosas que acostumbro a perder / conservando una misma porción de felicidad y tristeza”, lo escuchamos reconociéndose hacía el cierre de Vida Cabeza, mientras que en Limón Negro alude a la leyenda de la mujer de Lot para hacerle frente a los errores y evitar el arrepentimiento: “Y ya no puedo mirar atrás / corre peligro mi cuerpo de convertirse en sal / preferiría volver a nacer y no morder de ese oscuro limón”.

Un disco es un juego sin reglas. 

Viva la Pepa es la prueba fehaciente del anterior enunciado. El desparpajo tiene su tiempo en un álbum que entre ritmo y calma sigue un camino coherente. En esta rola el twist hace su aparición para referirse a los torpes dotes de bailarín del vocalista: “Aunque bailando no soy el mejor / aunque bailando no consigo chicas / igual quiero diversión” y esto es claramente lo que consigue con esta efervescente, pegadiza y a la postre, enamoradiza pieza. Un juego sin reglas y otro punto alto para Gospels. 

Haz lo que quieras con el disco, es tuyo, de nosotros, de todos. 

En una de las canciones del disco, Agustín Zucal asegura haberse subido al tren de la eterna juventud, mientras otros se bajaron varias estaciones atrás, él sigue toreando sus demonios, cayendo en el amor, en el ritmo y confiando en sus ganas de hacer música junto a sus eternos secuaces con quienes armó este ágil y voluminoso disco que en 11 piezas resume sus intensiones, sus intereses y sinsentidos, relevantes para el que se decida a unirse al juego, al que quiera mover las fichas, la cabeza y los pies, seguros de que este juego de la música nos hace vencedores a todos los que nos animamos a jugarlo cada día: “Abran camino que ahí llega un perdedor victorioso en regresar” (Los Diablos). 

El juego re-inicia cuando quieras.


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